La magia del altar del día de los muertos mexicano
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México es una tierra llena de sabiduría ancestral, de colores vibrantes y tradiciones profundas que me conquistaron. Para mí, enamorada de su cultura, vivir un Día de los Muertos fue una experiencia única, tan intensa y especial que aún me acompaña. No era un día triste, sino una celebración llena de vida. Me abrió una ventana a una conexión más profunda.
Quiero compartir con vosotros un ritual que mi querido amigo y guía Rodolfo, un chamán mexicano, me enseñó para honrar a quienes amamos y siguen en nuestros corazones. Me ha transmitido esta sabiduría con la misma intención y amor que ellos ponen en su altar. En México, el Día de los Muertos no es una ausencia, sino una presencia llena de vida, un reencuentro. Es la invitación para que las almas que amamos vuelvan, y nos permite honrar su memoria con gratitud y alegría.
Un altar para el reencuentro
Crear un altar para el Día de los Muertos es, más que un ritual, una llamada a recordar desde el amor. Es una expresión sincera de nuestra conexión con esas almas que marcaron nuestra vida y un reconocimiento de que, aunque no las veamos, siguen a nuestro lado.
Cada elemento que ponemos en el altar tiene un sentido. Lo primero que necesitamos son fotos o recuerdos de nuestros seres queridos, como un pequeño detalle que simbolice su esencia. Si no tenemos fotos, podemos escribir sus nombres en un papel. En México se cree que al colocar sus fotos o escribir sus nombres, las almas sienten que están siendo invitadas, que realmente queremos que vuelvan a compartir un instante con nosotros.
Este altar lo adornaremos con velas y flores. Aunque en España no tengamos cempasúchil, podemos usar pétalos de rosa, una flor con una vibración alta y pura que simboliza el amor eterno.
El altar necesita un mantel de colores vibrantes, para atraer a los espíritus con alegría y luz. También podemos agregar algún objeto personal que tengamos de ellos: joyas, una carta, un libro, algo que nos recuerde su esencia.
Preparar el altar
Ahora viene un acto que considero sanador: preparar la comida que les gustaba a nuestros seres queridos. Es como recordarles desde el calor del hogar, con aquello que los hacía sonreír. A mi abuela le encantaba la tarta de manzana y el jamón ibérico, y sé que colocar un pedacito de esos sabores le haría feliz. A mi abuelo le pongo un vaso de vino tinto y pan, porque no había comida sin pan y un vasito pequeño de tinto. A un amigo que adoraba la pizza, le pongo un trozo, sin complicarme, pero con la ilusión de saber que le gustaría. Cada alimento se coloca en el altar como un pequeño tesoro de recuerdos.
Mientras preparo el altar, pongo la canción favorita de uno de mis amigos que ya no está. De algún modo, siento que la música llama su esencia, que se sienta a mi lado a compartir este momento.
Extiende el mantel, coloca las fotos y sus objetos, esos detalles que hablan de ellos. Coloca la comida y bebida, las flores y pétalos de rosa, decorando el suelo y el altar, como un camino que los guía hacia nosotros. Rodolfo me compartió un secreto: colocar cuarzos claros en el altar amplifica la energía. Estos cuarzos limpian y elevan la vibración del espacio.
A continuación, escribo una carta de agradecimiento para ellos, recordando momentos especiales y, si lo siento, haciendo alguna pregunta, como si estuvieran aquí para responderme. Muchas veces, en días posteriores, tengo sueños y es como si sus respuestas me llegaran de formas sutiles.
Una vez listo el altar, sahúmo con copal o palo santo, para purificar la energía. Coloco una cabeza de ajo en el centro, con la intención de proteger este espacio de cualquier energía que no venga en paz. Y cuando todo está preparado, enciendo las velas y me siento delante, con una taza de té, en silencio y gratitud.
Honrar la vida que vivimos juntos
Me centro en lo hermoso, en esos momentos que compartimos. Los visualizo, sintiendo su presencia, invitándolos a ver sus fotos, sus objetos, a disfrutar de la comida. Los imagino sonriendo, sentados conmigo, compartiendo un rato cálido y cercano. El altar lo creo el día 31 y lo dejo hasta el día 2, en honor a sus tradiciones. En México, el día 1 es para las almas pequeñas (bebés y niños) y el día 2 para los adultos.
El día 2 recojo el altar, sahumo el espacio una vez más y ofrezco las flores al mar, devolviendo a la tierra la belleza que me han brindado. El ajo lo entierro en el bosque y coloco un romero encima, para purificar y dejar cualquier energía baja en la tierra, transformándola en calma.
Un día para agradecer
Ahora ya sabéis cómo hacemos el altar en casa, cómo invitamos a nuestros seres queridos a volver por un momento, desde el amor y la gratitud. Es un día hermoso, a veces triste, pero sobre todo lleno de agradecimiento. Recordamos con ternura y gratitud, porque sus enseñanzas y recuerdos nos llenaron de vida.
Que paséis un bonito Día de los Muertos, un día de conexión, de amor y reencuentro con quienes amamos más allá del tiempo.